En su aparición en LA SALETTE, Nuestra Señora se revela como la Madre de Jesucristo y, al mismo tiempo, Madre del Pueblo de Dios. Compadecida, ella suplica a su Hijo para que no abandone al pueblo en su desolación y al pueblo implora que acoja y viva según la Palabra de Dios, en la esperanza constructora de un mundo mejor. La llamada a la conversión, hecha por María, Madre de la Reconciliación, es el mensaje central de esta aparición profundamente evangélica.
En el pasado, Dios, en su libertad y misericordia, habló de muchas maneras a su pueblo. En la plenitud de los tiempos envió a su propio Hijo (Heb 1,1) como Palabra Encarnada para anunciar al mundo su proyecto de salvación. Por medio de Jesús y en el Espíritu Santo, el Padre reveló todo lo que tenía que decir a su pueblo.
Sin embargo, a lo largo de los siglos Dios continúa manifestándose para recordar a la humanidad lo que nos reveló.