En su aparición en LA SALETTE, Nuestra Señora se revela como la Madre de Jesucristo y, al mismo tiempo, Madre del Pueblo de Dios. Compadecida, ella suplica a su Hijo para que no abandone al pueblo en su desolación y al pueblo implora que acoja y viva según la Palabra de Dios, en la esperanza constructora de un mundo mejor.
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